Aquí y ahora

misterioso y equivoco mundo en el que andamos

viernes, 15 de febrero de 2013

Mensaje express

La cosa era simple, todo habia empezado una tarde hace como dos años, llovía, y yo estaba contento. Iba en el colectivo hacia mi casa, supongo que alguna cosa leía, pero no recuerdo qué, solo recuerdo su cara; estaba llorando, aunque intentaba ocultarlo, los ojos le brillaban y a cada instante una lágrima traviesa, se escapaba y resbalaba hasta mojarle las manos. No se muy bien que fue lo que pensé en ese momento, no se si su ahogado llanto fué lo que me conmovió, o el sentirla cerca, más cerca que el resto. Como si lo que a ella le pasaba, me afectara a mí directamente. Pero algo en ese momento me impidió seguir leyendo, me obligó a escribir sobre un pedazo de papel: ¿por que llorás? Me ponés triste, ¿no ves que afuera llueve?. Respiré hondo, dejé caer el papel sobre sus rodillas, y me apresuré a bajar del colectivo, en cualquier lado, pisé tierra firme y me dí vuelta, la vi en el interior, através del vidrio, aún leía, giró hacia mí para verme directo a los ojos, yo: totalmente mojado y con barro hasta los tobillos, no pude más que reir. Secó sus lágrimas con el puño de la camisa y me regaló una sonrisa que se perdió en la espesura de la lluvia.
Durante algunos minutos, me quedé inmóvil, aquella sonrisa me clavó en el barro –hasta arriba del tobillo-. No me quedó otra que levantar la vista y dejar que la lluvia me mojara del todo. Sentí pena por los demás, por mi, por todos aquellos que no reciben una nota en el momento en que la necesitan. 

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